En los últimos años la ansiedad y el estrés se han convertido en el mal de nuestro siglo, según las estadísticas al menos el 20 % de la población la sufre, 1 de cada 5 españoles toma pastillas para dormir y el Trankimazin se ha convertido en el medicamento de moda.
Esto viene condicionado en gran medida por nuestro estilo de vida moderno, así la crisis económica, las dificultades para acceder a un empleo estable y una vivienda, el nivel de competitividad y exigencia que nos obliga a estar rindiendo siempre al máximo incluso por encima de nuestras posibilidades, la inestabilidad en general en todos los ámbitos de nuestra vida, la pérdida progresiva de un sentido de comunidad y de los vínculos que afecta a su vez a nuestro sentimiento de identidad (que se configura en gran parte a través de los otros). Así las relaciones cada vez son más superficiales promovido en gran medida por los nuevos medios de comunicación fundados en las nuevas tecnologías y en el poder de la imagen, es decir son relaciones basadas en gran medida en potenciar la imagen superficial que mostramos ante el otro, más que en crear vínculos profundos, que requiere más esfuerzo y coste emocional.
Estos serían por lo tanto los condicionantes externos o culturales que hace que todos en general estemos más ansiosos, que tendamos a buscar medios que nos ayuden a paliar el estrés, o que proliferen determinado tipo de psicopatologías que en otras épocas apenas existían, como los trastornos de la alimentación, o derivados de déficits afectivos como los trastornos de personalidad o del control de impulsos.
Luego además tenemos que existen diferencias individuales en cada persona, es decir hay personas que responden con más o menos ansiedad ante un mismo problema o acontecimiento y otras que viven la ansiedad como un yugo constante en sus vidas incapacitándoles en gran medida.
¿A que se deben estas diferencias? No se trata de que unas personas tengan algo así como un gen de la ansiedad y otras no, como a veces se puede sugerir desde perspectivas biologicistas e ignorantes de lo que es el funcionamiento de la mente humana.
Está claro que nadie nace con una tendencia a ser ansioso, la ansiedad consiste en una serie de manifestaciones cognitivas, emocionales y fisiológicas de origen psíquico, se pueden imaginar que si lo psíquico influye inclusive en los fenómenos más propiamente físicos, llegando a condicionar la aparición de muchas enfermedades, la ansiedad sería la expresión más propia de una contrariedad o reacción psíquica, aunque a veces puedan influir también procesos hormonales o bioquímicos.
“La ansiedad es un estado anómalo de la líbido (energía afectiva) que no descansa, no llega al disfrute de ningún objeto, ni siquiera de su propio existir, como si careciese de algo muy esencial para su identidad” (Cencillo,2001:72)
La ansiedad es algo que todos podemos experimentar en multitud de situaciones de nuestra vida, ante un examen, una situación nueva…etc, de hecho en niveles normales es una respuesta adaptativa que nos permite prepararnos física y emocionalmente para enfrentar una situación de peligro, nos pone en situación de alerta, la mente se activa, aumenta el tono muscular preparándonos para actuar con rapidez y precisión, se acelera la respiración y el ritmo cardiaco permitiendo que afluya más sangre al corazón y los pulmones.
La ansiedad está relacionada con el miedo, aunque este suele tener un motivo, mientras que en la ansiedad suele ser algo mucho más difuso y el peligro inconsciente. El miedo es una motivación básica humana y está en la base de muchos trastornos, donde lo que hay de fondo es un miedo profundo a la realidad, al que la persona se queda fijada en los primeros años debido al estado de indefensión infantil.
En la ansiedad la persona se proyecta hacia el futuro, podemos decir que vive excesivamente en el futuro, en lo que pueda ocurrir, mientras que el depresivo vive mirando demasiado hacia el pasado.
El miedo puede ser a la pérdida de un objeto, que no tiene que ser una persona externa, si no que puede ser un tipo de vínculo que hemos introyectado, perder el afecto que proyectamos en alguien, también podemos tener miedo a perder una parte de nuestra identidad, de nosotros mismos, ahí estaría también el miedo al cambio; en el extremo último de las pérdidas estaría la muerte, con la ansiedad que conlleva.
Para muchas personas la ansiedad se convierte en algo recurrente e intenso, a lo que frecuentemente no le encuentran una explicación y que les incapacita (impidiéndoles concentrarse en las tareas cotidianas, descansar…etc) ocasionándoles gran sufrimiento.
Algunas tienen crisis de ansiedad repentinas y sin motivo aparente para la persona, lo que se conoce como ataques de pánico, que ocasionan una gran angustia a quien lo sufre, debido a la sensación de falta de control y las reacciones fisiológicas tan intensas, como los mareos, taquicardias, sudoración, nauseas, miedo a volverse loco, sensación de ahogo, entumecimiento…etc.
En otras personas la ansiedad es algo más localizado, se desencadena únicamente ante determinadas situaciones u objetos, por ejemplo en las fobias, hay personas que tienen fobia a los perros, a los ratones, a volar, a los espacios cerrados o abiertos (agorafobia)…o incluso fobia social, en estos casos resulta más llevadero para la persona ya que puede tomar cierto control sobre su problema a través de la evitación de la situación temida, por ejemplo no viajar en avión, o evitar tomar ascensores.
La ansiedad en general es algo que suele acompañar a una gran parte de las personas que consultan a los psicólogos, (al menos el 40 % de las personas que consultan traen como motivo la ansiedad, sería algo así como la fiebre del malestar psíquico), y va unido a la mayoría de los trastornos psicológicos; luego decir tengo ansiedad tampoco es decir mucho y se necesita una exploración más profunda.
Así en otras personas la ansiedad está más relacionada con obsesiones que dominan su vida, y que les obliga a realizar ciertos actos, como puede ser una obsesión por la higiene, por el orden, por el control, la seguridad…etc, y va por lo tanto más asociado a un estilo de personalidad, suelen ser también muy exigentes consigo mismos y con los demás, y eso les genera mucha ansiedad sobre todo cuando no logran alcanzar los objetivos que se han marcado.
También hay personas que debido a ciertos rasgos, una mayor tendencia a la excitabilidad del sistema nervioso (que si es en gran medida de origen genético ), tiendan a experimentar las situaciones de modo más intenso, y tengan una reactividad emocional en general mayor que la media de las personas, lo cual les lleva a experimentar más ansiedad en general, estamos hablando de personas con una mayor sensibilidad, y que en ningún caso ha de considerarse como un defecto o trastorno, sino como un potencial para captar los detalles de la realidad que a otras personas les pasan desapercibidos y profundizar en las situaciones, una rica vida afectiva, empatía, creatividad y potencial de crecimiento personal.
Pero quiero recalcar que la sensibilidad no es la causa de los problemas psicológicos, en tal caso puede ser un añadido que le lleve a la persona a mostrar más síntomas, pero el origen ha de buscarse en el pasado afectivo de la persona.
¿Pero qué es lo que origina estas diferencias entre las personas en la tendencia a experimentar ansiedad?
Tampoco se trata de algo genético, si no que tiene una explicación psicológica, y es que la estructura de nuestra personalidad e identidad es algo que se va construyendo a lo largo de nuestra vida, sobre todo las experiencias de nuestros primeros años son fundamentales, el ser humano es algo muy complejo y debido a esa complejidad es muy fácil que aun habiendo crecido en el mejor ambiente surjan brechas que impiden que la personalidad se acabe de integrar, o esta resulte debilitada.
Así nuestra identidad tiende a formar una “unidad”, es decir un conjunto de elementos interrelacionados, y es esto lo que nos va a dar la sensación de sentirnos nosotros mismos y sentirnos valiosos por ser quienes somos, cuando no tenemos demasiadas brechas (o heridas) que interfieran con esa integración.
Si la estructura de nuestra personalidad no es fuerte o no se ha integrado del todo, nos va a hacer más vulnerables a experimentar ansiedad o tener baja autoestima o en general dificultarnos orientar nuestra conducta hacía un fin, ya que el ser humano necesita de una serie de estructuras simbólico-afectivas para adaptarse al medio y a la realidad en la que vive, lo que no sucede a los animales, en quienes su conducta viene predeterminada por los instintos.
Podemos utilizar para entender esto la metáfora de una casa, podemos imaginarnos que la casa fuera la estructura de nuestra identidad, imaginemos ahora que esa casa tiene unos cimientos poco sólidos, o que le falta un muro de contención, o las paredes llenas de carcoma o un agujero en el techo, es de suponer que esa casa no resistiría de igual manera las inclemencias del tiempo, o nos haría sentir inseguros, poco definidos…etc; pues con la personalidad pasa lo mismo, si la persona ha tenido una carencia afectiva paterna, materna, de los iguales es como si le faltara un muro de sostén, o si es una falla muy temprana una falta de cimentación, o a lo largo de su vida ha sufrido diversos traumas que hacen que la casa tenga agujeros o defectos, o no se haya acabado de construir, o puede estar la casa aislada en sus distintos compartimentos o tenga un difícil acceso desde el exterior debido a las barreras de protección que se ha creado… las posibilidades son múltiples.
Esta complejidad del psiquismo explica también que nos resulte tan difícil entender nuestros problemas psicológicos, ya que no alcanzamos a darle un sentido, y por ello tendamos a atribuirle un origen biológico (en los genes, un neurotransmisor… etc), y es que sólo somos capaces de captar lo más superficial de lo que sucede en nuestra mente, mientras que la mayor parte de nuestra vida psíquica transcurre de modo inconsciente u oculto.
Es como si prestáramos únicamente atención al tejado de nuestra casa, que representaría la parte más racional o cercana a la conciencia, mientras desconocemos todo lo demás que sería la parte más profunda y afectiva.
¿Pero entonces que se puede hacer desde la psicoterapia para tratar los problemas de ansiedad?
Hay distintos procedimientos y dependiendo de la demanda o necesidades de cada persona, así las distintas orientaciones terapeúticas de la Psicología con sus múltiples soluciones, así hay gente que viene buscando un remedio rápido, un alivio inmediato a sus problemas, pero muchas veces la solución más rápida puede quedar en un remedo superficial, sería como pintar la casa o arreglar el tejado aunque la estructura este medio derruida.
A través de la Psicoterapia dinámica de base antropológica se pueden crear unas condiciones que nos permita acceder e intervenir sobre esa parte más profunda e invisible de las personas, y reparar las heridas o carencias afectivas que le venían condicionando.
Volviendo a la metáfora de la casa es como si el paciente lleva su casa al terapeuta (imaginemos una casa de juguete que sería la representación simbólica de la personalidad) y con la ayuda del terapeuta se dedica a reconstruirla, el terapeuta desde una distancia simbólica, que le permita por un lado una mirada objetiva acerca de la situación y ejerciendo distintos roles en la relación (sin colocar sus propios objetos internos en la casa) que se precisen para que resulte reparadora.
Así la sanación se lograría de dos modos fundamentalmente por un lado a través de la relación simbólica (diferente de las relaciones cotidianas, de amistad, etc…) que se establece entre paciente y terapeuta, y por otro a través de la elaboración de los contenidos mentales.