CUALIDADES PSÍQUICAS DE LO HUMANO

En este artículo encontrareis respuesta a las siguientes preguntas:

  • ¿Cuáles son las características que definen al ser humano?
  • ¿En qué se diferencia de otras especies?

Es un hecho constatable que el ser humano  posee unas cualidades únicas y que le diferencian en modo radical del resto de las especies animales. En primer lugar y siguiendo al ilustre humanista Luis Cencillo hay que destacar que al ser humano “nada le viene dado”, dice que nacemos desfondados, es decir que ha de aprender cada vez desde que nace la forma de optar, de alimentarse, de defenderse, de relacionarse con el medio y sus semejantes, en definitiva todo para vivir, al menos como humano. Esto no ocurre en el caso de los animales donde casi todo su comportamiento viene predeterminado en gran medida por los instintos innatos, por ejemplo si criamos a un gato desde que nace no dejará de exhibir los comportamientos propios de los gatos, como cazar ratones, comportarse de determinada manera en la época de celo…etc, naturalmente las experiencias de la vida condicionarán su personalidad, son animales muy afectivos, pueden sufrir traumas que les haga mostrarse agresivos, deprimirse, o inhibir su desarrollo, pero no será tan relevante para su modo de vida.

En cambio un ser humano criado por animales, como se ha visto por ejemplo en el caso de los “niños lobo”, es mucho más difícil que llegue a exhibir cualidades propiamente humanas.

Otro aspecto que consideramos el más importante y que está en la base de estos aprendizajes que el ser humano ha de llevar a cabo, es la capacidad para simbolizar, es decir la capacidad para representarnos la realidad de maneras infinitas a través de símbolos, así tenemos que por ejemplo el lenguaje es todo un sistema de símbolos. Los animales no son capaces de desarrollar un lenguaje simbólico, como se vió por ejemplo en la investigación llamada “Proyecto Nim” donde se intento enseñar el lenguaje de signos a un mono criado como si fuera un niño. Nim consiguió aprender un montón de palabras pero las usaba sobre todo de manera instrumental, es decir asociado al logro de determinados objetivos o necesidades (por ejemplo hacer el signo de plátano para que se lo den, no tanto con una intención comunicativa), tampoco era capaz de crear estructuras gramaticales complejas o usar las palabras de manera creativa.

Por lo tanto los símbolos (no sólo los verbales) nos permiten distanciarnos de la realidad y darle multitud de significados, pensar sobre ella, podemos representarnos el pasado y el futuro, hasta lo inexistente (fantasear y crear la realidad), representarnos a nosotros mismos y a los demás de maneras muy complejas (los animales apenas tienen conciencia de sí mismos), nuestros sentimientos, toda nuestra afectividad esta mediada por símbolos, así el hecho de que nos sintamos tristes o alegres respecto a un suceso depende más del significado que le damos que del hecho en sí, a su vez ese significado va a depender de toda nuestra historia, de nuestras experiencias y aprendizaje, en definitiva de todo el magma afectivo y simbólico que hemos ido acumulando en nuestra psique.

No vamos a decir que todo sea positivo ya que también nos obstaculiza un contacto más directo y espontaneo con la realidad que los animales mantienen (por ejemplo los perros que saben cuando llega su amo a casa), y que nosotros ahogamos en gran parte con nuestra racionalidad.

Así los objetos nunca son tal y como los percibimos, sino que ya vienen mediatizados inclusive desde su percepción sensorial, investidos como tal objeto en función de la sociedad, la cultura, la historia, el lenguaje, sino de la intimidad misma del sujeto que percibe.

Así mismo como personas hemos  de construir nuestra identidad, a lo largo de nuestra vida vamos adquiriendo niveles cada vez más sofisticados de conciencia y de individuación. El niño cuando nace no tiene conciencia de sí mismo, sino que vive en un estado de simbiosis (o indiferenciación) con el ambiente y las personas que le rodean, sólo progresivamente va desarrollando su narcisismo y adquiriendo una identidad. Para esto es fundamental el reflejo que le devuelven los demás acerca de si mismo, lo que se ha llamado especularización . Todas estas estructuras son construcciones simbólicas y como tal se pueden modificar.

Sin embargo esta identidad parece que viene ya desde que nacemos con una semilla plantada y que tiende a crecer en determinado sentido a través de las experiencias (lo que se ha llamado self), sólo sentimos que hemos logrado nuestra identidad cuando llega a cierto nivel de desarrollo (o puede no llegar a formarse si no se da el contexto adecuado), aunque nunca termina de realizarse del todo sino que es un continuo a lo largo del ciclo vital.

Los animales se puede decir que su sentido de identidad es muy rudimentario ya que no tienen conciencia de sí mismos o muy limitada (no se reconocen en un espejo), aunque si tienen sus peculiaridades en su comportamiento y rasgos temperamentales. Esto tiene ciertas virtudes, los animales no son narcisistas, no buscan alimentar su ego (¿habéis visto a algún animal presumiendo de lo guapo que es? o buscando el aplauso o la admiración) pueden buscar una situación de poder o dominio pero con objetivos puramente utilitarios, de alimentación o reproducción.

Esta complejidad de la mente humana es algo que va más allá de lo aparente, dado que estamos muy limitados por nuestra percepción consciente, mientras que la mayor parte de nuestros procesos mentales trascurren de modo inconsciente, en un continuo de niveles de estructuración y lucidez progresiva . Así el significado profundo que damos a los objetos, personas, y situaciones generalmente se nos escapa, así como los motivos más penetrantes de nuestros actos.  Ello también deviene en esa dificultad de habérnoslas con nosotros mismos y  debido a lo delicado de la tarea del desarrollo de la personalidad, podamos desarrollar síntomas psíquicos cuya explicación se nos escapa o psicopatologías más graves, llegando incluso a vivir en un gran alejamiento de la realidad, motivado por una excesiva densidad simbólica, lo que se entiende comúnmente por locura, y que es ajeno al mundo animal, donde su padecimiento psíquico se muestra mucho más claro.

Hemos por lo tanto de asumir todo cuanto nos afecta para integrarlo en una visión totalizada de la realidad y de nosotros mismos, ya que de no hacerlo viviríamos en una constante angustia por “no saber a qué atenernos”, ante la falta de referentes y pautas de conducta innatas, como nos dice Cencillo:

“El ser humano es un ser que existe en el modo de la reflexión, es decir en proceso de progresiva lucidez autoconsciente acerca de si mismo y acerca de todas cuantas realidades le afectan e incluso las que no le afectan… no existe sino para comprender y para realizar- y realizarse– en una dialéctica de uniones y de complementos afectivamente vividos a nivel de intimidad, que constituyen el fenómeno del amor” (El inconsciente, 1971, 301)

“Más a lo que el hombre no puede renunciar en ningún caso es a buscar y obtener un mínimo de orientación, sin ella no puede literalmente existir, moriría de pura angustia, ya que por su distanciamiento de lo real de los estímulos físicos, no le es posible responder a los mismos sin un mínimo saber a qué atenerse…” (El hombre noción científica, 1978, 262)

Es por esto que en psicoterapia gran parte del trabajo que se ha de hacer consiste en este asumir y asumir-se en su experiencia vital.

Por lo tanto las necesidades humanas es algo que va mucho más allá de la satisfacción de las necesidades biológicas (alimentación, vestido… etc) y de adaptación al medio, y no menos importantes que estas es la necesidad de realización, que está más en relación con las necesidades psicológicas y de formalización del entorno.

Y nos dice nuestro autor que el ser humano más que moverse por el hambre se mueve por el miedo debido a la carencia de claves de autocomprensión y de puntos de referencia orientadores, en medio del flujo de estímulos en que se halla envuelto.

Manifestaciones de estas cualidades propias del ser humano y que no tienen los animales son el arte, las creencias, los sueños, la literatura, la ciencia, los valores…y en general todos los productos de la cultura.

Y es que vive en una constante transformación de sí mismo y de su entorno. Es a lo que Cencillo ha llamado praxis:  “necesidad de transformación constante de la realidad en que el hombre existe, necesidad de formalización de su mundo, de constitución y de asunción de significados, progresivamente diversos, y de dotación de una segunda naturaleza, de carácter significante, a todas aquellas realidades y objetos entre los que el ser humano subsiste; todo ello a consecuencia del distanciamiento radical y constitutivo del estar del hombre en realidad: mientras el vegetal y el animal viven inmersos en energía física, el hombre la rebasa y la metaboliza incesantemente en nueva realidad mundana, no dada por naturaleza” (El hombre noción científica,1978, 185).

Y en ese actuar surge de modo inevitable lo que se ha llamado etica (algo que los animales tampoco tienen), es decir la necesidad de una guía a nuestro comportamiento para que responda a las necesidades objetivas de la realidad y que resulte realizativo.

Por lo tanto tampoco podemos vivir sin valores, es algo intrínseco a nuestra libertad como humanos.

Porque somos libres en un alto grado, o tenemos capacidad de elección en muchos aspectos, a poco que hayamos desarrollado nuestra individualidad, si fuésemos un producto mecánico del entorno no existiría el cambio ni la originalidad (no han existido dos culturas iguales).

Bibliografía:

  • Cencillo, L. (1978). El hombre, noción científica. Madrid. Ediciones Pirámide, S.A.
  • Cencillo, L. (1975). Dialéctica del Concreto Humano. Madrid. Marova.
  • Cencillo, L. (1971). El Inconsciente. Madrid. Marova

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