Esta película narra la historia de una chica de 17 años llamada Joy que es secuestrada y encerrada por un hombre en una caseta de jardín para ser utilizada como objeto sexual, allí permanece encerrada 7 años durante los cuales tiene un hijo, Jack, que en el momento que trascurre la escena tiene 5 años, a través de su mirada despierta nos introducimos en ese mundo de espacio reducido en el que se encuentra junto a su madre.
Parece que desde el principio se incitara al espectador a identificarse con ese niño de una ternura y candidez excepcionales, adentrándonos en su rico mundo imaginario y su inagotable capacidad de asombro pese a las condiciones tan precarias en las que viven; tampoco carece de la vitalidad propia de un niño de su edad.
Hay no obstante un momento de salida de ese encierro motivado por el coraje de la madre para idear un plan que ponga fin a su dramática situación, resultando casi traumático en su ejecución. Se dan por lo tanto dos momentos o escenarios en claro contraste: en un principio la etapa de reclusión que amenaza con asfixiarles, tal como se nos muestra desde el comienzo (enfocándonos su respiración ahogada); y después la etapa de salida al exterior, al mundo, como si se tratara de un nuevo nacimiento, y la acomodación a esta nueva situación, con miles de nuevos estímulos que dan casi vértigo y deslumbran al niño, nuevos vínculos y modos de relación, así como ser capaz de integrar todo lo ocurrido.
La habitación se puede ver como una proyección sobre el espacio físico del mundo interno simbólico, de ahí el título, así representa por un lado el aislamiento de los personajes, pero también es depósito del mundo imaginario del niño (sostenido por el discurso de la madre que le presenta una visión fantaseada de la existencia para protegerlo) y en este sentido ese espacio es concebido también como un “refugio psíquico” o simbólico frente a la realidad. Así cuando la madre intenta confrontarle con esa otra realidad existente más allá del lugar en el que viven Jack se niega a aceptarlo, no sólo por pensar que existan otras satisfacciones de las que se ve privado, sino porque ese perfecto aislamiento le permite mantener la ilusión de su omnipotencia narcisista sustentada por la simbiosis materna o falta de diferenciación de esta (con 5 años aún le da el pecho) así dirá: “Yo soy el que mejor salta y crece y todo lo demás”
En este sentido es algo que a todos nos conmueve con más o menos resistencias desde esa retracción al pasado infantil y la relación de exclusividad con la madre. La huida heroica del niño se puede ver también como un suceso precipitado por el empuje sobre éste de lo edípico y por lo tanto de una mayor aceptación de la realidad en esta etapa. La figura paterna que antes apenas si existía para él (motivado en parte porque la madre lo obliga a esconderse en el armario cuando este aparece en escena), y a pesar de ser un padre brutal y ausente, empieza a hacérsele presente para despertar su curiosidad (se levanta por la noche para observarle mientras duerme) y utilizarlo como soporte identificatorio (el cochecito rojo teledirigido que le regala a semejanza de la furgoneta roja del padre vendría a significar esto). Aunque sea para tener que reconocer después la violencia ejercida sobre su madre el niño representa simbólicamente una semilla de algo bueno rescatado del padre y como tal “le abre la puerta”(es gracias al niño que la madre consigue escapar) a la madre para salir del trauma provocado por su secuestro y violación, osando el intento de escapar del agresor.
Se nos muestra a este hombre en ocasiones en sus aspectos más amables, facilitando la empatía con sus debilidades humanas, así como que también desea verse reconocido como proveedor o benefactor (de bienes materiales y de sustento) por parte de la chica, negando en su actitud perversa el daño que causa, y hasta mostrándose compasivo en ocasiones, como cuando Joy le pide que no toque al “niño muerto” (simuladamente) escondido en la alfombra para que pueda escapar.
Así si miramos la situación desde el interior de la habitación o desde la mirada del niño escondido tras el armario, desconociendo más datos, como nos quiere situar al principio la trama, podemos hasta pensar que se trata de una relación de pareja normal donde el hombre llega tarde a casa del trabajo y tiene relaciones sexuales con su mujer y después se queda a dormir, mostrándonos así lo que podría ser el efecto de la disociación traumática.
Es pues a través del vínculo con el niño que Joy consigue salir de la psicosis traumática o muerte psíquica, logrando revitalizarse poco a poco por medio de este para terminar siendo capaz de vencer el miedo y abrirse a la realidad en su carácter esencialmente benéfico y gratificante. Desde un punto de vista más amplio considerando toda la historia como una proyección del autor podríamos ver al niño como una representación simbólica de esa progresiva recuperación del trauma o restauración de la identidad.
La “salida de la habitación” supone además de un acto heroico una renuncia por parte del niño y de la madre al vínculo simbiótico que mantienen, teniendo que aceptar incluso una posible separación definitiva. Para hacerse el trance más liviano el niño se apodera de “la muela mala” caída de la madre, utilizándola como objeto transicional, así cuando la policía una vez rescatado le pregunta que tiene en la mano él le contesta de modo muy tierno: “Un trocito de mamá”.
Jack dispone además del apoyo de su madre que le da instrucciones muy precisas de todo lo que tiene que hacer durante la escapada del viejo Nick y para desenvolverse en ese otro mundo que no conoce, dira “mi mamá hablaba en mi cabeza”.
También es la furgoneta del padre la que lleva a Jack hacia la libertad, habiendo tenido que simular previamente su muerte, como un paso necesario hacia el cambio (algo tiene que morir para que surja algo nuevo).
Cuando ambos consiguen salir, a pesar del alivio inicial y las promesas de “muchos premios”, no todo les resulta tan fácil. A la madre le toca integrar el trauma y todo lo sucedido durante el cautiverio, así en una entrevista pública se ve confrontada con algunos aspectos de su conducta que fuera de esa situación extrema podrían resultar reprobables, como el hecho de haber actuado egoístamente al no haber intentado sacar a su hijo de allí antes y también con la ineludible paternidad del agresor.
Ante todo esto Joy se derrumba y para escapar de esa existencia insoportable intenta suicidarse tomándose unas pastillas, de nuevo es Jack quien la rescata encontrándola a tiempo para salvarle la vida. El tiempo que pasa la madre en el hospital les servirá a ambos para tomar la distancia necesaria para poder abrirse de nuevo al mundo y poner límites a ese vínculo sofocante de excesiva dependencia (cuando vuelve del hospital la madre ya no le deja tomar el pecho y Jack lo acepta).
Así Jack quien tampoco se adapta muy bien al principio, tiene que ser capaz de crear nuevos vínculos con personas y cosas reales (por primera vez empieza a jugar con los legos) estando alejado de su madre, quien fuera todo para él hasta ese momento. La abuela le ayuda en este sentido como objeto de transición para separarse de la madre, de hecho es ella quien acaba cortándole el pelo como símbolo de esa renuncia narcisista, ya que es en su pelo largo según el niño donde reside su “forzudez”(como una especie de poder o fuerza imaginaria). Después manda enviar el pelo cortado a su madre como un obsequio emblemático que sirve a su vez también a esta para asumir la separación, además de ser una muestra de la verdadera capacidad de entrega y de amor no egoísta por parte del hijo. Así dirá: “Quiero mandárselo a mamá, necesita mi forzudez más que yo y está en mi pelo”
La pareja de la abuela, Leo, también le sirve de gran ayuda para perder el miedo a los hombres y tener un modelo masculino positivo de identificación, que además tiene un perro a través del cual puede reconciliarse con su agresividad.
Aunque el abuelo biológico nunca llega a aceptarlo, suponemos que por representárselo como el fruto de la vejación sexual hacia la hija que para un padre es más difícil de asimilar.
Cuando la madre vuelve del hospital Jack parece haber hecho muchos avances tanto que parece del todo un niño normal, perdona a su madre por no haber pensado en él cuando se intentó suicidar, se muestra mucho más tolerante con sus defectos cuando le dice: “No soy una buena mamá” él le responde: “Pero eres mamá”. Ya poco quedó de ese niño temeroso de todo del principio, hasta ha hecho un amigo con el que juega a la pelota en el patio trasero de la casa.
La historia no podría terminar sin una despedida hacia “la habitación”, para poder cerrar esa etapa, aunque ya ha dejado de ser lo que era, muchos de los objetos ya no están, y sobre todo lo que marca la diferencia, y muestra que el cambio es ya irreversible, es que la habitación está abierta, como hace notar el niño (“Si la puerta está abierta ya no es habitación”) y por lo tanto ya no se puede considerar ese refugio aislado del afuera.